domingo, 8 de marzo de 2009

Madres: Mujeres de alto riesgo

Marisa

Estábamos en Boston, en el segundo año de vivir alli. Mi hija Belén, la que vive en Los Angeles, tendría 5 o 6 años y estaba aprendiendo a andar en bicicleta.
Vivíamos en una especie de barrio cerrado de hoy, pero abierto. un condominio de casas con calles lisitas y sin tránsito.
Andaba muy entusiasmada y rapidito, pero el poblema era que no sabía frenar, asi que se arrimaba al cordón de la vereda e iba frenando con el pie.
Mucho entusiasmo, y en una de esas se cayó mal. Lo primero que atiné fue a ponerla de pie inmediatamente y ver si tenía algún daño.
Cual fue mi sorpresa al ver que se había hecho un agujero en el cuello con el freno del manubrio, del que salía abundante sangre.
La llevé adentro de la casa, le lavé, dejé correr abundante agua, la curé y anduvo bien. Aún a hoy, con 35 años, tiene la pequeña cicatriz.
En el primer momento ni pensé que podía haberse perforado la yugular. Pude reaccionar con tranquilidad, en realidad siempre lo hago asi, y la curé rapidamente.
Menos mal que no fue mas que eso.
Ese accidente fue en la casa. Despues sí hubo un accidente bien más grave, que por suerte superamos todos. Un accidente de auto, del que salió porque no estaba ese día en la lista de San Pedro. Pero ahi sí que, cuando la ví, de la impresión me bajó la presión que casi me plancho.
A pesar de no ver sangre, si no por el hecho en sí. Ahí no pude actuar con tranquilidad.
Pero eso es para contarlo otro día.


Papelito

Siempre tenemos la tendencia a manifestar_- “ si a me pasara… haría tal o cual cosa” en diversos temas, pero cuando nos vemos envueltos y nos pasa, nos sale la madre con todas las letras, sin pensar, y actuamos , más que pensar que haríamos. Viviendo en Buenos Aires, cuando Lourdes era pequeña, se me acercó tomándome de mi pollera, perdí por segundos el equilibrio de mi mano que llevaba el plato con cubiertos, y el tenedor cayó de punta en su ojo! Dios estaba allí con nosotros, que por suerte había guardia las 24 hs de oftalmología y no le quedó ninguna secuela en su vista!
A los 10 años, una noche previa al “dia del niño”, Lourdes sale con su nuevo telescopio para intentar “otear” el firmamento, cuando nuestro perro, un mestizo de pastor alemán, se enloqueció (calculamos que al ver el telescopio y quizá confundirlo con un arma) ataca a Lourdes y le mastica literalmente su cabeza. Por suerte estaba en casa mi marido (porque es esa época se iba mucho a Obras a distintos puntos del país), agarra al perro que no obedecía mis órdenes ni las de él, y lo toma de las manazas llevándolo a su patio. Entro mi hija al living... deja un charco de sangre que constato en la pileta del baño y de allí a la guardia donde le suturan su cabeza.
A lo largo de estos 7 años lleva la cicatriz del ataque, que creo que está superado, no así la reacción de la Directora del Colegio a los 10 días de ocurrido el hecho, que en un acto del colegio, la saca de la fila exponiéndola ante todos los cursos porque al creer de ella, mi hija "había faltado al respeto a la bandera al estar en formación con su gorro puesto” en el acto de homenaje a San Martín.
Cuando comenzó su tratamiento a los trece años le manifestó a su psicóloga que había ido a un colegio que era un ghetto.
Y ante estos hechos y otros más, una vez pasado el susto, uno se relaja y se desploma , pero no en el momento de la crisis .



Lisbeth

Anoche conversábamos con amigas, y todas nos vimos unificadas en experiencias similares. Todo vino a raíz del mensaje de Marisa, el niño que se atravesó la nariz con el tenedor. Mis amigas dijeron lo mismo que yo, en su momento: "Dios mío, si me pasa, me muero!"
Yo agregué: "a mí tendrán que internarme, si me pasa".
Y después, en el fluir de la conversación, caímos en la cuenta de que a todas nos pasó algo similar o peor, y seguíamos vivas. Una contó que a su niña de tres años, en una fracción de segundo, se le clavó entera la aguja de tejer en la piernita. Otra, con hija con quebradura expuesta (bbbrrr...) al caer de un escalón de la escuela. Una tercera, super sobreprotectora, con un niño de cinco años, no pudo evitar que se volcara en la cara todo el jarro de leche hirviendo en la hornalla de la cocina, por querer agarrarlo. Recordamos a otra, miedosa e impresionable hasta de su sombra, que se tiró sin pensarlo sobre el hijo escapista, empujándolo afuera, para sacarlo de delante de un bus (se acuerdan el antiguo "explanada" marplatense?) que frenó a centímetros de ella, y esto lo ví con mis ojos, yo tenía siete años, fue mi madre.
Yo conté la mía, aunándome.
Recuerdo que mi gigantesco (realmente gigantesco, 75 cm a la cruz) y fiel perro Menphi, ya viejito, fue encontrado por mi hijo David, acostado plácidamente en su cama. Jamás un perro mío ha hecho esto, ni siquiera pueden entrar al dormitorio. Después supimos que el perro sufría muchísimo de artrosis y el dolor lo tenía enloquecido, dejó su almohadón enorme para buscar alivio, supongo, en la cama de mi hijo.
Por lo que David le dice "Qué hacés ahí? Fuera, fuera!". Eso fue todo.
Menphi, con todo su enorme volumen, saltó sobre David, mordiéndole el brazo con el que se atajó la cabeza. Mi hijo, dibujante, de mente veloz como el rayo pensó "el brazo con el que dibujo!" y le ofreció, desesperado, el otro para que se lo soltara. Todo sucedió en dos segundos, nada más que dos segundos, entre el salto, las mordidas feroces y los gritos que me atrajeron corriendo no pasó más que ese tiempo. Ví a David pegado de espaldas a la pared con el perro parado contra él y éste, al verme, recuperó la lucidez suya tan característica y cayó en la cuenta de lo que había hecho, soltando a David y echándose al piso en actitud de disculpas, mientras mi hijo (que ya me conoce) me gritaba "no lo mates, ma, no lo mates!".
Amé a Menphi con toda el alma, pero ante el ataque hacia mi hijo estaba dispuesta a descerrajarle dos tiros de mi escopeta recortada.
Agarré rápido los brazos de David y, en ambos antebrazos, tenía un hoyo de centímetro y medio de diámetro en donde se veía el hueso, de ambos lados. Rápidamente (segundos, segundos...) le hice primeros auxilios y lo llevé a la farmacia para que le aplicaran la antitetánica. Y al día siguiente, al médico, que vio todo bien hecho. Han pasado 11 años y aún lleva las cicatrices, pequeñas, pero muy nítidas.
Cuando fui nuevamente a la farmacia, la señora del farmacéutico me dijo que no entendió cómo me mantuve en pie. Lo que no sabía ella era que, una vez vendado y atendido mi hijo, las rodillas se me aflojaron y el estres me hizo desplomar...
Lo que se puede en el momento de crisis por instinto maternal...
Y el perro, convenientemente tratado en sus dolores, volvió a ser la malva buena y fiel que fue durante los 13 años que lo tuvimos... Son seres vivos con sus reacciones, no hay nada que hacerle...
Aún ahora, que lo acabo de contar, terminé temblando... No quiero ni pensar en las madres que han visto a sus hijos morir heridos en la guerra...
Eso es lo que terminamos diciendo todas anoche! Todas vimos al nene con el tenedor y pensamos que nos moriríamos si nos pasaba algo semejante.
Pero no, ni ustedes, ni ellas ni yo, ni ninguna madre normal se desmaya ni se muere, mientras hay que atender al hijo. Es la ley de la supervivencia maternal.
Otro cantar es cuando pasó todo y quedó establecido el orden... Ahí sí que podemos internarnos tranquilas, totalmente colapsadas...
Absolutamente sin querer, nos hemos hecho anoche, para el día de hoy, el mejor de los regalos. Acostumbradas por generaciones a menospreciarnos a nosotras mismas, hemos estado exponiendo que a todas nos pasó algo alguna vez. Ante un accidente ajeno, impresionadas, mientras se nos baja la sangre de nuestros pulsos, nos corre frío del horror, se nos abre la tierra en nuestros pies, decimos "si me pasa, me muero!".
Y no, cuando nos pasa, hacemos gala de agigantadas fuerzas, como la de aquella famosa mujer desesperada que levantó el auto para sacar a su hijo bajo la rueda...
Somos heroínas sin saberlo!
Éste, repito, es el regalo que nos hemos hecho: reconocer que somos más fuertes de lo que creemos. Fue una conversación memorable...